
Curiosamente son dos películas a las que se ha criticado su giro final. Reconozco que en No es país para viejos me dejó más descolocado. Pero en Pozos de ambición me parece algo totalmente correcto y coherente con el personaje de Daniel Plainview magistralmente interpretado por Daniel Day-Lewis. Creo que deberían darle el Oscar directamente, y que hubiera un segundo Oscar para los otros cuatro aspirantes a mejor actor, para que hubiese algo de emoción en la ceremonia.
Esta película no sería la misma sin Daniel Day-Lewis, es el hilo conductor y el que lleva el peso actoral sin ninguna duda, con una fuerza que hace palidecer a las excelentes actuaciones de Paul Dano (al que vimos en Pequeña Miss Sunshine) y al niño Dillon Freasier. Seguramente por no haber destacado por encima del huracán Daniel Day-Lewis los académicos no se hayan fijado mucho y no los hayan nominado a los Oscar, y sí a la niña de Expiación, que destacaba más que los sosos protagonistas.
Por supuesto la película también la hace buena uno de los mejores directores contemporáneos Paul Thomas Anderson. Nos hipnotiza con imágenes como la del pozo ardiendo, la Daniel Day-Lewis cayéndose al hoyo al principio del film y, por supuesto esa secuencia final en una bolera. Y presentarnos como reales algunas notas surrealistas como la de los dos hermanos interpretados por Paul Dano, ¿son gemelos? ¿o sólo existe uno de los dos? Surrealista como la secuencia de la lluvia de ranas en Magnolia o, incluso, el enorme pene de Mark Wahlberg en Boogie Nights.
También quisiera destacar especialmente la acertada elección para la música de Jonny Greenwood (miembro de Radiohead). Normalmente no me fijo en la música de las películas (incluso me estorba, será por eso que me gustan las películas de Jaime Rosales), y salgo del cine sin haberme enterado si había tal o cuál banda sonora. Pero este es un caso que ayuda y hace adentrarse mucho mejor en sus hipnóticas imágenes.
Con un espectacular inicio prácticamente mudo, pasando al nudo de la narración en la que vemos como Daniel Plainview pasa prácticamente de la nada buscando plata con un pico y una pala, hasta convertirse en un magnate del petróleo.
Daniel Plainview es un personaje obsesivo, mezquino, incluso roza la esquizofrenia paranoide. Sólo una persona así es capaz de llegar a conseguir un imperio de petróleo. Capaz de usar a su hijo para conseguir más tierras donde perforar, y de abandonarlo a su suerte cuando ya no le hace falta. Alguien que se siente sólo a pesar de estar siempre rodeado de gente. Capaz de matar con sus propias manos, de venderse a la Iglesia aunque no crea en ella.
Personalmente me gustan las películas más sencillas y de personajes cotidianos (mi película preferida de Paul Thomas Anderson sigue siendo Punch Drunk Love), incluso de corta duración. Pero el caso que nos ocupa, que requiere más de dos horas y media de metraje, no sólo no me pareció larga, si no que se me hizo corta. Cuando imágenes como las que vemos en el film te hacen desear ver más y más, no deseas que se acabe, es que estamos, en mi humilde opinión, de una de las mejores películas del año.
Lluís Alba
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