dimarts, 6 de setembre del 2011

Black heaven

Con una carrera más prolífica como guionista, Gilles Marchand dirige su segundo largo, tras la multipremiada ¿Quién mató a Bambi? (Qui a tué Bambi, 2003). Anteriormente había colaborado en los libretos de las películas de Laurent Cantet y Dominik Moll, autor de la reivindicable Harry, un amigo que os quiere (Harry un ami qui vous veut du bien, 2000), también guionista del presente film.

Black heaven (L'autre monde) muestra el verano de unos jóvenes post-adolescentes marselleses (lugar de nacimiento de Marchand, que hace sospechar reminiscencias autobiográficas en el ambiente de la ciudad). Están en la edad clave para decidir (o lograr) que clase de persona quieren ser. El protagonista del film, Gaspard, comienza una relación amorosa con Marion quien, como el habitual (y real) tópico, parece tener las cosas más claras. La chica no duda en declarar su amor, mientras que él debe corresponder con las mismas palabras sin saber todavía si son ciertas. No parece falta de convicción, simplemente (y siguiendo el tópico) los hombres no parecen plantearse el amor como un tema serio hasta que la mujer lo indica.

A esta diatriba se le une la presión social. La amenaza perenne del futurible suegro y el reiterativo análisis de todos sus actos por parte de sus amigos. Ante este mar de dudas, se cruza en su camino Audrey. Una imponente fémina que encarna la tentación en el momento más (in)oportuno. De la obsesión por Audrey, nace un nuevo Gaspard.

Esa dualidad de la personalidad de Gaspard se plasma en pantalla a través de un juego on-line denominado Black hole (nombre que homenajea al cómic homónimo de Charles Burns). Basado en el Second life (por cierto, ¿queda alguien ahí?), pero con la inspiración visual del cine negro, donde Gaspard puede campar a sus anchas en busca de su nueva musa. Basándose en los millones de personas enganchadas a los diferentes juegos de internet, Marchand muestra que una persona puede ser otra totalmente distinta en un mundo virtual, consiguiendo tener dos vidas, la del mundo físico y la (posiblemente) deseada en la pantalla del ordenador. Idea que queda enfatizada en la noche que pasa al mismo tiempo con Marion y Audrey sin tener que salir de casa.

Como ya se observaba en ¿Qué fue de Bambi?, destellos de David Lynch siguen presentes en la obra de Marchand. A esto hay que sumarle nuevas y diferentes influencias como Matrix (The matrix, 1999) de Andy y Larry/Lana Wachowsky, apreciable en la escena que abre nuestra visión al mundo virtual.

Hay películas más representativas de los mundos virtuales on-line, como Avalon (ídem, 2001) de Mamoru Oshii, pero esta responde muy bien a los estímulos del mundo "real" de los jóvenes marselleses donde no faltan las referencias al lastre del tráfico de drogas y criminal que siguen arrastrando.

Lluís Alba