dijous, 14 de juny del 2012

Sueño y silencio



Hay películas hechas para llenar las salas en versión original, películas 'de cine Verdi' (si se me permite el localismo), que se asemejan más a la concepción del arte expuesto en un museo que a una narración entendida como entretenimiento.

Jaime Rosales es uno de esos cineastas cuya primera película, Las horas del día (2003), era bastante más accesible de lo que ha ido desencadenando el resto de su filmografía. Tras premiar 'La Academia' con tres Goya su particular visión en La soledad (2008), siguió con su plan establecido y estrenó una película controvertida, como son todas las que tratan sobre el terrorismo en este país. Tiro en la cabeza (2008) supuso una fría acogida por parte de cierto sector más conservador. Al mismo tiempo otro artista, pero de las artes plásticas, Miquel Barceló, recibió duras críticas por la cúpula que había realizado para las Naciones Unidas. Ambos coincidieron en un momento similar de sus carreras, lo que llevó a hablar sobre una posible colaboración que acercaría, todavía más si cabe, a Jaime Rosales al concepto que se tiene como arte en otras expresiones que no son la cinematográfica.

Miquel Barceló ilustra la entrada y la salida del film, mediante la creación de una obra. Preludio de lo que espera al espectador, una película filmada a base de planos fijos, rodada en un blanco y negro de grano duro. Lo que posibilita rodar sin luz artificial y le da una textura que se asemeja más al lienzo de un artista. Le pasa a los actores unas indicaciones, pues el guión no tiene diálogos, y ellos mismos se dedican a improvisar. Refleja así mejor la sensación de estar viendo unas escenas reales, rodadas con luz natural y basadas en la fuerza de los intérpretes. Puede que en algunos casos tartamudeen, salgan fuera de campo o miren a la cámara. Pero no por ello se repite una escena que solo la improvisación de la primera vez consigue crear con naturalidad lo que el cineasta desea.

Es de agradecer que alguien ruede una película que trata sobre las reacciones del entorno familiar ante una muerte inesperada sin abusar del habitual drama lacrimógeno y casi pornográfico del cine 'mainstream'. Reflexión sobre la memoria del que se va sobre los que se quedan. De la imposibilidad de recordar o de creer fervientemente en los sueños.

Se podría narrar la misma película, con las mismas intenciones pero visualmente más convencional. Se podría lograr, así también, una buena película. Pero no sería una obra de Jaime Rosales.

Lluís Alba
www.zumbarte.com