dimecres, 28 de gener del 2009

Revolutionary road

Revolutionary road trata un tema universal. Al menos para el público medio occidental. Llegar a la edad adulta y darte cuenta de que cualquier sueño que tenías de pequeño se ha esfumado y tu vida es tan mediocre como el resto de la gente. Tanto Frank como April (Leonardo Di Caprio y Kate Winslet), se dan cuenta que esa vida no es la que querían. Y nos muestra el último (imposible) intento de escabullirse de una realidad que el resto de personas que vemos a su alrededor parecen aceptar y gustar. Luego vemos que no es realmente así, pero que aceptan sin más remedio la vulgaridad que depara la vida para la mayoría de los mortales.

April y Frank, forman un matrimonio aparentemente perfecto, y más si lo comparamos con el resto de personajes de su alrededor. Ambos guapos, con una bonita casa, Frank con un empleo solvente que le permite mantener a la familia. Seguramente son la envidia del resto de vecinos. Por desgracia para ellos, llegar a la madurez significa darse cuenta de lo lejos que están de haber conseguido cualquier meta infantil. Si tomamos el reencuentro entre los dos actores como ver la evolución de la pareja que podría haber sido 10 años después de Titanic, nos damos cuenta que es mejor para Kate Winslet el recuerdo de un Di Caprio congelado en su juventud que la dura realidad de ver la mediocridad en la que se encuentran.

Aunque se nos había vendido como una película anti-matrimonio, más bien la veo como el trabajo de oficinista puede acabar con la vida de una persona, y si está casada, con su matrimonio. Incluso sorprende más ver como el resto de compañeros de Frank llevan tantos años yendo a la misma oficina y parecen vivir felices. Cuando Frank y April tratan de hacer realidad su sueño de tener una vida mejor, nadie les comprende. Ni compañeros, ni vecinos etc… Llega a un punto en el que parece ser que vivir una vida mejor no es posible, y es visto como una locura por parte del resto de personas mediocres con las que tenemos que compartir nuestra mediocre existencia.

Da la sensación que un tema tan jugoso no es aprovechado un 100% en la película, probablemente sí a un 80%, que ya es mucho. Es algo que suele ocurrir con Sam Mendes, que no acaba de convencer del todo en sus películas. Quizás la más redonda sea Jarhead, cuya temática está mucho más lejos de interesarme que American Beauty o Revolutionary road. Quizás el hecho de no poder sentirme identificado con un soldado en Irak, haga que pueda mantener una cierta distancia y ver la película como lo que es. Pero en Revolutionary road es fácil sentirse identificado con ambos protagonistas (y más viendo dos excelentes actuaciones del siempre menospreciado Di Caprio y Winslet). La mayoría de personas llegamos a una edad adulta y nos damos cuenta de que, ni por asomo, somos cualquier cosa interesante, que el talento sólo lo tienen unos pocos elegidos. Los sueños se difuminan y aparece la pesadilla que realmente es la vida.

Algo que en la película sólo parecen darse cuenta el matrimonio protagonista, mientras el resto de personajes aparentan tener una vida feliz. Curiosamente, sólo el hijo de la sra. Givings (Kathy Bates, siguiendo a la pareja desde el Titanic), un demente a causa de un abuso de electroshocks, es capaz de hablar sin tener que guardar las apariencias y decirles lo que realmente son.

No sé si esta sensación de inconformismo significa que el ser humano siempre busca por instinto llegar a ser mejor o simplemente es un estancamiento al que llegamos a cierta edad. Unos se conforman ya aceptan adónde han podido llegar mientras que otros siguen llevando la vida que se tiene pero amargados día a día por darse cuenta de lo que ocurre sin poder cambiarlo. April y Frank son la pareja que vive en una prisión pero ve los barrotes, mientras que el resto de vecinos no alcanzan a ver la puerta y creen que están ahí porque lo han escogido libremente.

Lluís Alba

diumenge, 25 de gener del 2009

Arropiero, el vagabundo de la muerte

Documental sobre Manuel Delgado Villegas (El Arropiero), el mayor asesino en serie de España. Personaje semidesconocido a pesar de haber matado a más de cuarenta personas a finales de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Si hubiese ocurrido en los EEUU, o en la España actual seguro que todos sabríamos de su existencia. Cierto que, por mi edad de 31 años, es normal que no hubiese oído nunca hablar de él, pero a todos los que he podido preguntar sobre esa época tampoco recuerdan nada. Todo ello deja una sensación de personaje fantasma, que sólo ha existido para los aficionados a la crónica negra de este país, como es el caso de Carles Balagué.

Carles Balagué, crítico y cineasta, creador de las salas Méliès de Barcelona dedicadas al cine clásico, ha dedicado estos últimos años ha realizar documentales sobre la España de los 60, crónicas de la parte más oculta que a los grandes medios no les interesa presentar. La casita blanca, De Madrid a la Luna y, ahora, Arropiero, el vagabundo de la muerte.

Con 80 minutos, Balagué, nos presenta un documental con aportaciones de las personas que conocieron a El Arropiero. Una capacidad de síntesis memorable, que resume perfectamente todo lo que nos quiere explicar. Con un montaje ágil que mezcla las narraciones de policías, jueces, abogados, médicos, testigos etc… Intercaladas con imágenes de fotografías y vídeos de la época e imágenes filmadas en los mismos lugares actualmente. Haciendo que cualquier profano en la historia del personaje pueda comprenderlo todo en 80 minutos. Si todos los documentales que nos hicieron ver en clase fueran como este, ahora sería un experto historiador.
Pero Balagué, no sólo muestra los hechos, si no que deja muestras de cierta ironía al mezclar imágenes con lo que comentan los entrevistados. Un ejemplo es en el que un juez nos habla de que El Arropiero fue expulsado de la legión porque su comportamiento era demasiado extraño y surrealista para el orden al que estaban acostumbrados. Para, seguidamente, mostrarnos una imagen de la legión en la que se ve un desfile con un mono subido encima de una cabra.

Como he dicho antes, de haber ocurrido esto en los EEUU, seguramente hubiésemos visto más de una película, serie de televisión y varias novelas. Aunque en estos 80 minutos hay suficiente tiempo como para mostrarnos todo lo que hizo, hay material suficiente para hacer una o varias temporadas de una serie de televisión sin que pareciera que se estuviera alargando como un chicle (o como Prison Break).

Por las pocas personas que me acompañaron en la sala, un viernes por la tarde en el día del estreno, me da la sensación que será una película que dure poco en el cine. Así que, los interesados en verla, mejor que no tarden mucho.

Lluís Alba

dijous, 22 de gener del 2009

La clase

La ganadora del festival de Cannes es, como mínimo, una propuesta novedosa e interesante. A partir de una novela de un profesor de instituto: François Bégaudeau, que relata un año escolar. El propio François se interpreta a sí mismo en la película y el grupo de alumnos tampoco son actores profesionales. Se buscaron en un instituto similar al que describe el libro, desarrollando unos talleres de improvisación voluntarios durante un años, del cuál surgieron la mayoría de los protagonistas del film. Salvo el caso de Souleymane, el resto de personajes podría decirse que se interpretan a sí mismos.

El título original, Entre les murs, refleja mucho mejor el ambiente que recrea la película. Casi todas las secuencias pasan en una clase, pequeña, estrecha y de sensación claustrofóbica. Una sensación que se enfatiza con el sistema de rodaje, con tres cámaras al hombro que se centraban en el profesor, el alumno que aparece en ese momento y la tercera, para lo improvisto y el ambiente de la clase. Esto hace que abunden las imagenes en plano corto, enfatizando la sensación claustrofóbica.

La película, más que una crítica, es una reflexión sobre el sistema escolar francés. Muestra de una forma realista (casi documental) un año en la vida de unos escolares de un distrito lleno de inmingrantes. Dejando al espectador que piense si realmente está bien montado el sistema educativo y si consigue que aprendan algo los alumnos de barrios precarios. En una edad en la que estan más pendientes del sexo, el fútbol o de divertirse. Como en la vida real, se nos muestra a alumnos inteligentes, pasotas, conflictivos etc... Lo que da que pensar que si el alumno tiene ganas de estudiar aprenderá y si no se quedará igual que al inicio del curso, sin importar en absoluto los intentos del sistema educativo del instituto público por cambiar a la persona. Incluso se nos muestra la reflexión de una madre que desea llevar a su hijo a una escuela privada porque sabe que aprenderá mejor.

Por desgracia, para los que no sabemos francés, en la traducción (no sólo en el doblaje) una serie de escenas en las que hay confusiones en la conjugación de verbos y frases hechas. Incluso uno de los momentos importantes del film, en el que el profesor califica a unas alumnas de un modo que puede confundirse con un insulto.

A pesar de esas cuatro pinceladas, realmente es una película que se puede extrapolar al sistema educativo de cualquier país europeo. Y reflexionar si los gobiernos están realmente interesados en formar a los jóvenes o en seguir apoltronados en sus sillas.

Lluís Alba