dijous, 31 de març del 2011

Mademoiselle Chambon

Sandrine Kiberlain y Vincent Lindon, los intérpretes de la pareja de amantes que protagonizan Mademoiselle Chambon, están casados, aunque ya separados. Por si fuera poco, la encargada de prestar el rostro a la esposa de la película, Aure Atika, fue amante de Vincent Lindon durante su matrimonio.

Podría seguir relatando el currículum de las amantes de Lindon, entre las que destacan Chiara Mastroianni y Carolina de Mónaco, pero lo curioso es ver el cambio de roles que efectúan en esta película. La que fue su esposa, es su amante y viceversa. Evidenciando que no hay demasiado mal rollo entre el trío y que son unos grandes profesionales. O el director, Stéphane Brizé, es un cachondo.

Más allá que el físico de Aure Atika sea más propio del de la amante, como sucedió en la vida real, es cierto que el de Sandrine Kiberlain es el más apropiado para interpretar a la fina profesora que altera la vida mundana del rudo obrero de la construcción. Al mismo tiempo que él provoca en la profesora una vía de escape para su insustancial vida que la lleva a cambiar de ciudad por toda Francia en busca de una nueva plaza como maestra.

Como se puede deducir por el argumento, esta es una película que trata sobre sentimientos escondidos que afloran en un momento inesperado. Y, lo mejor que tiene es que, tanto el director como los intérpretes, están en estado de gracia cuando se trata de recrear los momentos clave en los que, sin mediar palabra son capaces de transmitir lo que sienten. La música de violín sirve tanto de canalizador para que ellos demuestren sus sentimientos, como para que la esposa se de cuenta de lo que ocurre.

En conjunto, la película no alcanza la sensibilidad de esos momentos más profundos. Pero no todos los días vemos una obra media que aporte secuencias destacables sobre las propias expectativas creadas.

Lluís Alba

dimarts, 22 de març del 2011

Robert Pattinson en el remake de Akira

Según informa la web deadline.com, la versión americanizada en carne y hueso de Akira, que preparan Warner bros y Legendary pictures, podría comenzar a rodarse el próximo mes de agosto.

Steve Kloves, guionista de la saga Harry Potter y del reboot de Spider-man, ya tiene finalizado el guión que ha sido visto con buenos ojos por el director Albert Hughes que, junto a su hermano Allen, fue el responsable de Desde el infierno y El libro de Eli.

El guión ha sido enviado a diversos actores para ofrecerles el papel de Tetsuo, entre los que destacan Robert Pattinson (Crepúsculo), Andrew Garfield (The amazing Spider-man) y James McAvoy (X-men: First class). Mientras que, para interpretar a Kaneda se barajan los nombres de Garett Hedlund (Tron legacy), Michael Fassbender (Centurión), Chris Pine (Star Trek), Justin Timberblake (La red social) y Joaquin Phoenix (I'm still here).

Andrew Lazar, Leonardo DiCaprio y Jennifer Davisson Killoran serían los productores. Si tras recuperaros del susto de algunos nombres del casting os percatáis de la ausencia de actores japoneses, la información de la web también habla sobre un traslado de la acción, que ya no transcurriría en Nueva Tokyo, si no en Nueva Manhattan.


Lluís Alba

dijous, 17 de març del 2011

Nunca me abandones

En 2002 se estrenó Retratos de una obsesión (One hour photo), una película de la que se destacó injustamente más las dotes dramáticas de Robin Williams que cualquier otra consideración artística. Mark Romanek, ha esperado ocho años para volver a hacer cine y demostrar que aquello no fue casualidad.

El argumento es similar a La isla (The island, 2005) de Michael Bay, pero sustituyendo las escenas de acción por una reflexión moral sobre el uso de clones para nuestro beneficio personal. Así, Nunca me abandones, se puede catalogar dentro del cine de ciencia ficción más preocupado por las repercusiones éticas que del interés científico que pueda sugerir el tema.

Científicamente es indiferente que se debata sobre si un clon tiene alma. Obviamente si se crea un clon al que se le ha anulado su voluntad y capacidad de decisión, es natural que deje de ser humano. Por lo que, vista desde un interés científico, la película no puede captar nuestra atención.

Una vez se acepta este enfoque, el guión de Alex Garland (basado en la novela de Kazuo Ishiguro), tiene el discurso moral de mostrarnos un ser humano tan evolucionado hasta la deshumanización que, son los clones, sin voluntad, los únicos capaces de expresar sentimientos.

La dirección de Romanek acentúa acertadamente la intención del guión. Mostrando siempre desde el punto de vista del clon lo que ocurre a su alrededor, con los humanos pululando sin apenas intervenir en sus acciones ni mostrar interés. Y, cuando lo hacen se expresan de la misma fría manera que lo haría una máquina, como se evidencia en la imagen de los cirujanos extirpando velozmente los órganos de un clon.

Lluís Alba

Incendies

Gracias a la monstruosa maquinara de los Oscar, llega el momento del reconocimiento mundial para Denis Villeneuve. Incendies, nominada a mejor película de habla no inglesa, aunque no haya sido premiada, ya ha conseguido suficiente renombre para estrenarse en nuestros lares. Podemos recurrir a la tecnología actual que internet pone a nuestra disposición para indagar en su anterior filmografía, como la curiosa Polytechnique, y descubrir que siempre se puede hacer una versión más independiente de una película independiente como Elephant (ídem, 2003) de Gus Van Sant.

Incendies no deja de ser un culebrón bien filmado. Con una historia que alterna, a base de flashbacks, la durísima vida de una madre en El Líbano durante su guerra civil con la de su hija mientras investiga que ocurrió en esa época. Bien escrita y dirigida, logra con dinamismo mantener el suspense hasta el final.

Por un lado, esta película suple superficialmente la ausencia de nuestro sistema educativo que, si no tenía interés por explicarnos la guerra civil española, menos lo iba a hacer con la de un país que nadie sabe colocar en el mapa. Y, por otro, se encarga de mostrarnos las atrocidades de ambos bandos de una guerra, para acabar permitiéndose el lujo de encontrar una solución tan simple como ingenua del conflicto entre religiones. Perdonar y olvidar.

Lluís Alba

dijous, 10 de març del 2011

En el centro de la tormenta

Tras una trayectoria profesional de más de 45 años, Bertrand Tavernier cruza el charco para embarcarse en una nueva aventura cinematográfica en EEUU. Para sentirse más cómodo adapta una novela de James Lee Burke ambientada en Nueva Orleans, aunque el (idioma) francés brille por su ausencia en la película. In the electric mist with confederate dead, pertenece a una serie de libros protagonizados por el detective policial Dave Robicheaux, que ya tuvo otra incursión cinematográfica con el rostro de Alec Baldwin en Prisioneros del cielo (Heaven's prisoners, 1996) de Phil Joanou.

Además de adaptase al medio cinematográfico, la novela, publicada en 1993, también se ajusta cronológicamente al 2009 para aprovechar el efecto devastador que todavía perdura del huracán Katrina. Como ya hizo otro director europeo, Werner Herzog, en su versión de Teniente corrupto (The Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans, 2009), también incluye una afectación alucinógena al detective protagonista. Si el tópico de los estupefacientes era una norma habitual de cualquier película ambientada en la zona de Nueva Orleans, parece que, desde 2005, también se le deba añadir el paso del huracán Katrina.

En esta escenografía concreta se mueve Dave Robicheaux, a quién Tommy Lee Jones se encarga de prestarle su físico, detective encargado de investigar dos asesinatos cometidos con 40 años de diferencia. Esta primera premisa ya nos advierte de la dualidad en la que se mueve la película. En una zona en la que conviven negros y blancos, en las que ambos deben tener una doble faceta para ocultar más de lo que pueden mostrar. Para no ser menos, el detective Robicheaux también mantiene una dualidad personal: la del alcohólico que ha dejado de serlo, la del policía honesto que usa métodos deshonestos, la del personaje que vive entre las alucinaciones y la realidad.

Una dualidad que no solo incide en el carácter de todos los personajes, si no que afecta al conjunto, cuando descubrimos en el plano final que las alucinaciones pudieron ser tan reales como el resto de la película.


Lluís Alba

dijous, 3 de març del 2011

Mañana, cuando la guerra empiece

John Marsden es el autor de la novela en la que se basa esta película. Publicada por Molino este mes en España, a remolque del estreno cinematográfico, bajo el título de Mañana, cuando empiece la batalla. Es la primera de una serie de 10 novelas (hasta el momento) que narra la hipotética invasión de Australia por algún país asiático, desde el punto de vista de unos adolescentes que deberán hacerse cargo de la resistencia.

La película está protagonizada por adolescentes y su público potencial también son los de la misma edad. Pero, mientras que las pelis de animación de Pixar, tienen varios niveles de lectura que pueden interesar tanto a niños como a adultos, la película de Stuart Beattie, tiene poco interés para los que salimos del perfil adolescente.

Lo único destacable es su buen ritmo que combina bien las secuencias de acción con las más pausadas y, a pesar del poco interés que pueda tener el argumento y los personajes, consigue un entretenimiento básico para una tarde aburrida en casa. Y digo en casa, porque más que una película parece el episodio piloto de una serie juvenil con un final tan abierto que hace imposible valorarla por sí sola sin haber visto las secuelas que ya se están produciendo.

Apenas se profundiza en el misterio del conflicto que mueve a la película. Y, cuando se pretende profundizar en otros temas, como la moral católica, los niños en las guerras, la inmigración, el colonialismo británico o los sentimientos adolescentes, se hace con brochazo gordo y de manera plana. Casi tan plana como representan a los personajes adolescentes, actuando de forma inverosímil en demasiadas ocasiones. Eso sí, (casi) todos ellos guapos para que el joven público masculino y femenino se deleite. Como ocurre con la actriz Phoebe Tonkin, vista en la serie H2O (H2O: Just and water), que enfatiza, un poco más si cabe, que estamos ante una película del mismo nivel de exigencia que la serie de las sirenas.

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Lluís Alba

Secuestrados

No es algo demasiado halagüeño que el mejor elogio que se pueda dar a una peli española sea decir que no parece española. Este es el caso de Secuestrados, pues de haber venido con el renombre de algún cineasta de género estadounidense, seguro que hubiese tenido mayor repercusión.

La segunda película de Miguel Ángel Vivas, ha tenido mayor éxito en los festivales especializados que en taquilla y, como es natural, se prepara el remake yankee. Probablemente el argumento no sea demasiado original, ni supere en intenciones al Funny Games de Michael Haneke, pero sí que está muy por encima de películas similares americanas como la reciente Los extraños (The strangers, 2008) de Bryan Bertino.

Narra, con la crudeza requerida, la noche de una familia burguesa madrileña cuando es retenida por unos albano-kosovares en su propia casa mientras les extorsionan para sacarles todo sus bienes. Técnicamente está construida a base de 12 planos secuencia, una particularidad que puede parecer gratuita, pero que ayuda meternos en una atmósfera real al parecer que todo esté filmado con una sola cámara siguiendo a los personajes. Una decisión técnica que complica aún más el rodaje para tener a todos los actores sincronizados al momento. Además, hay un par de secuencias en los que se usa la polivisión para mostrar dos acontecimientos que ocurren al mismo tiempo.

Puede que nada de esto sea una noveda, ni siquiera en el cine español. El sorprendente ganador de un Goya, Jaime Rosales, suele hacer uso habitual de la polivisión. Pero cuesta ver una película española tan cruda y de género, que incluso se permite cierta licencia para criticar la telebasura como elemento de tortura por parte de los secuestradores, cuando estos obligan a la familia a ver Sálvame Deluxe.

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Lluís Alba