diumenge, 20 d’abril del 2008

Mil años de oración

No es que conozca mucho la trayectoria de Wayne Wang. Sólo había visto el díptico formado por Smoke y Blue in the face. Y en esas películas no sé hasta que punto hay cosas de Paul Auster o de él.

Después pasó por una trayectoria cinematográfica que me hizo colocarlo en el cajón de los directores olvidados, con películas insustanciales (o al menos me lo parecieron) al servicio de estrellas como Jennifer López.
Mil años de oración se anunciaba como la vuelta al cine de autor de Wayne Wang. Triunfadora en el pasado festival de San Sebastián, no sabía exactamente con lo que me iba a encontrar. Con un argumento en el que el padre chino viudo viaja a los EEUU para reencontrarse 10 años después con su hija recién divorciada. Podría ser cualquier cosa, incluso me esperaba más un melodrama pausado.

Para mi sorpresa no fue así, es cierto que el ritmo de las secuencias que siguen al padre son pausadas, aunque es algo siempre muy preferible a los malos autores de videoclips alargados que inundan Hollywood hoy en día. Y, aunque hay espacio para el drama, las escenas que prevalecen son pura comedia. Unas que recuerdan al Jarmusch de Ghost Dog, con los diálogos entre el padre Chino y una señora iraní. Ambos hablan mal el inglés, y acaban hablando entre ellos en chino e iraní. Sin embargo se entienden.

La película nos muestra los encuentros del padre con la gente que vive en el pueblo estadounidense de su hija. La mencionada iraní, unos jóvenes mormones que pretenden enseñarle quién es Dios a un anciano ateo comunista, un tendero de souvenirs que le vende un oso de madera nuevo como si fuera una antigüedad, un ex agente del FBI que es el casero de la hija y una vecina que se pasa todo el día en bikini tomando el sol.

Todas estas secuencias, en tono de comedia, son intercaladas por las que viven en la intimidad de la casa padre e hija, y cómo vemos el abismo generacional y de cultura que hay entre ellos. Mostrándonos que lo que se vive con personas extrañas, ya sea por educación, suele ser más alegre que la dura realidad de la intimidad familiar.

Así avanza la película hasta llegar a un momento clave en el que descubrimos, los motivos del divorcio de la hija y el pasado de su padre en la China comunista.

La película también nos deja una serie de frases para la posteridad. Como la del padre que dice que el comunismo no es malo, sino que está en malas manos. O la del vendedor de antigüedades que le dice que el oso de madera no tiene 300 años, porque si no le costaría mucho más caro, este le sale más barato y conceptualmente es como si tuviera 300 años.

Frases que seguramente se las debemos más a la autora de la novela y guionista del film Yiyun Li. En España tenemos en cartera el estreno de La princesa de Nebraska, también de Wayne Wang a partir de una novela de Li.

En definitiva, me lo pasé muy bien viendo la peli, y hacía semanas que no veía una en el cine que me satisficiera durante la totalidad de su metraje.

Lluís Alba

1 comentari:

Anònim ha dit...

Gracias por los comentarios de la peli, al principio pensé que sería una más de estas que estás deseando que acabe para poder ir a tomar una cervecita, pero me he animado y creo que iré a verla este find.
Saludos desde Jerez!!!!
YACO