dimarts, 9 de desembre del 2008

Mongol

Biopic nominado a la mejor película de habla no inglesa en la pasada gala de los Oscar (de la que resultó ganadora Los falsificadores). Narra la infancia y juventud de Temudgin, un nómada mongol que acabará siendo mundialmente conocido como Genghis Khan.

Sergei Bodrov escogió Genghis Khan, porque en la escuela siempre era presentado como un monstruo (los mongoles ocuparon gran parte de Rusia durante 200 años). Más adelante se interesó por saber más de la persona que unificó al pueblo mongol y conquistó casi toda Asia. Leyendo todo libro que pudo sobre Genghis Khan descubrió su infancia, llena de tragedias: huérfano, esclavo, su mujer fue raptada y traída de regreso embarazada etc…

Esto es lo que vemos en la película, más basada en leyendas y especulaciones que en una realidad prácticamente desconocida. Bodrov rueda una superproducción sin tantos medios como el cine de Hollywood, pero con una mirada superior a la que estamos acostumbrados. Intercala muy bien las secuencias de acción con otras más pausadas. Todas están bien rodada, las batallas, a pesar de contar con multitud de personas luchando se entienden perfectamente. En general no pecan de exceso de espectacularidad. La espectacularidad se la guarda para un par de acciones clave. Más allá de si la historia es real o no, se entiende perfectamente y se llega a comprender las motivaciones del personaje y en lo que se convertirá. Son más de dos horas que se pasan volando y un final que te deja con las ganas de más.

Tadanobu Asano, actor japonés que hemos podido ver en occidente en Ichi The Killer (de Takashi Miike) y en Zatohichi (de Takeshi Kitano), es el encargado de dar vida a Temudgin. Y no podría haber escogido mejor, le da un gran carisma al personaje y está a la altura en todos los matices que tiene, tanto en escenas de lucha, como en las más íntimas con su mujer o su hermano de sangre.

Rodada en Rusia, China y Kazahstan, con los mismos paisajes dónde ocurrió la historia real, unido al uso de la lengua mongol, da un toque de realismo mayor al que estamos acostumbrados. Si a eso unimos una ausencia de molestos efectos digitales, con una minuciosa reconstrucción de la época, nos da como resultado una película que resulta tan interesante al que va a ver un espectáculo como al aficionado a la historia que desee aprender más.

Lluís Alba