dijous, 5 de novembre del 2009

Petit indi

Esta es la primera película de Marc Recha que tiene un guión convencional: con inicio, nudo y desenlace. También abandona el ambiente rural para mostrarnos su visión de la ciudad. Como no podría ser de otra manera, la ciudad de Barcelona que vemos es la del extrarradio, nada que ver con las Ramblas, el Eixample o la Sagrada família. El barrio de Vallbona y la Meridiana son sus principales escenarios.

Más de un barcelonés, y yo el primero, se preguntará por el barrio de Vallbona. De hecho una vez vista la película he tenido que buscar por internet para ver si realmente existía con ese nombre. Y así es, un barrio perteneciente al distrito de Nou barris, separado de la Meridiana por las autopistas que van a Manresa y Girona. Un ambiente más rural que urbanita, entre el rio Besós y los campos. En ese ambiente se mueve Arnau, un joven introvertido que vive en su mundo de animales, cría jilgueros y los lleva a concursos de canto (sí, de verdad). De su padre no se sabe nada y su madre está en la cárcel de Vad-Ras. Vive con su hermana mayor, el novio de esta y un hermano que aparece de vez en cuando por la casa. Su tío Ramón es la otra figura paternal en la que se puede fijar. Es el tío urbanita de la familia, que cruzó la autopista para vivir en un pisito de la Meridiana y basa su economía en las apuestas de su extinto canódromo (perfecto retrato que hace Recha de ese sórdido ambiente, el cuál sí he tenido la ocasión de vivir y de huir por patas cuando trataba de hacer una fotografía).

El retrato de todo este panorama es lo mejor de la película. Pues cuando toma los caminos del guión convencional, lo es tanto que resulta previsible. Tanto que toda la película busca que el espectador anticipe lo que va a pasar. Hasta llegar a un final tan cruel e inhumano que deja un mal cuerpo al salir del cine que dan ganas de coger a Marc Recha por el cuello para estamparlo contra la pared.

Curioso también es el modo en que actúan los hombres de Recha. Les hace huir de toda gesticulación posible, en la que el joven Marc Soto y Eduardo Noriega parecen unos maestros. Sólo Sergi López parece capaz de expresar algo más con el único gesto que le permite el personaje, aunque supongo que a Marc Recha le debió parecer sobreactuadísimo.

Lluís Alba

1 comentari:

Anònim ha dit...

A mi la verdad, no me ha gustado mucho, me ha parecido pretenciosa, no se cómo lo veréis, ;)