Se me hace difícil recomendaros ir al cine a ver Acantilado rojo. No porque no sea una excelente película épica de acción, si no porque es una versión mutilada. La duración original de 288 minutos nos llega recortada a 148. Entre las excusas que se han comentado, está la de que resultaría demasiado larga, complicada y llena de personajes para el público occidental (aunque con El señor de los anillos nadie dijo lo mismo). La realidad es que estrenar una película de más de cuatro horas en nuestros cines es algo impensable desde el punto de vista económico, a fin de cuentas, el punto de vista principal de cualquier industria. Atrás quedan los designios artísticos, que poco importan. Tarantino no pudo estrenar Kill bill ni Grindhouse en una sola sesión; Lars von Trier aún consiguió que en v.o. se viera Dogville íntegra, pero no en su versión doblada. John Woo no iba a ser más que ellos.
Hay que decir que la versión mutilada se entiende perfectamente, y no se aprecia demasiado la falta de metraje. Por lo que, sin haber visto la versión íntegra, la estrenada en nuestros cines sí es una enorme película. Teniendo en cuenta que las pelis épicas no se encuentren entre mis predilecciones cinematográficas, con Acantilado rojo, disfruté como un enano (si se permite la (políticamente incorrecta) expresión a alguien que a duras penas roza el metro setenta). Todas las batallas tienen un toque de originalidad pocas veces visto antes, y las secuencias de acción están a la altura del mejor John Woo (aunque eso no es una sorpresa). Son 148 minutos que se hacen cortos, y te dejan con ganas de más (es decir con haber visto las (casi) 5 horas).
Parece ser que el regreso a su tierra natal ha servido para revitalizar la figura de John Woo, que últimamente parecía perdido en películas de estudio correctas, pero sin ningún tipo de personalidad. Mientras esperamos a una hipotética edición doméstica íntegra española, podemos escoger ente ir al cine a ver la versión mutilada, descargar un buen divx de internet o comprar la película en el extranjero.
Lluís Alba
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