Joe Johnston, director de la reivindicable Rocketeer, también de Jumanji y de la tercera parte de Parque Jurásico (película con menos pretensiones que sus predecesoras y bastante superior a El mundo perdido, cosa que no era difícil) es el encargado del remake de El hombre lobo (The wolf man, 1941), uno de los clásicos por excelencia del cine de terror de la Universal que tanto éxito tuvo en las décadas de los 30 y 40 del pasado siglo.
Como es habitual en el director, la cinta es una perfecta obra de encargo bien dirigida, que consigue entretener durante la mayor parte del metraje. Tiene las concesiones habituales a los formalismos estéticos sin mucho sentido del cine comercial, pero es lo que menos se podía esperar.
El remake de la película de 1941 no olvida al resto de aproximaciones al hombre lobo. Así encontramos guiños constantes a otras películas: el criticado atuendo de El lobo humano (The werewolf of London, 1935), el plano de los pies en la transformación de Un hombre lobo americano en Londres (An american werewolf in London, 1981), la imagen del segundo hombre lobo similar a la de Oliver Reed en La maldición del hombre lobo (The curse of the werewolf, 1961), la muchedumbre agitada que siempre llegaba con antorchas al final de las pelis de la Universal e, incluso, se llega a tomar una idea del guión que nunca se llegó a realizar de Robert Florey: el origen del mito a partir de un niño criado por lobos.
La novedad más importante que se aporta en esta historia es la tortuosa relación entre Lawrence Talbot (Benicio del Toro) y su padre (Anthony Hopkins), que eleva los límites del sadismo puro en una relación paterno-filial antes vista en el cine comercial. Ambos actores están correctos, aunque Benicio del Toro parece que actúe dormido durante todo el film y a Anthony Hopkins le baste su natural socarronería para hacerse con el papel.
Si a todo esto le sumamos una buena dosis de acción bien ejecutada, el suficiente gore para no dejar indiferente a los fans del cine de terror y un final que deja las puertas abiertas a una curiosa secuela, estamos ante un digno remake que, a pesar de algunos altibajos, hará las delicias de los aficionados al género.
Lluís Alba
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