
La crisis mundial también afecta al cine mainstream, incluso a una saga poderosa como Las crónicas de Narnia. Tiene todo para triunfar: adapta unos libros conocidos, está destinada al público infantil (el que más llena las salas) y es respaldada por el lobby cristiano. Los resultados económicos de El príncipe Caspian no fueron lo suficientemente aceptables para Disney que renunció a continuar adaptando los libros de C.S. Lewis. Fox acude al rescate, disminuyendo presupuesto y metraje (a menor duración, más sesiones para rentabilizar la película).
Lamentablemente todos esos problemas externos afectan a la película. Los resultados artísticos están muy por debajo del alto listón dejado por El príncipe Caspian. Lo que podría haber sido una de las mejores adaptaciones de la saga: una aventura marítima al más puro estilo de Simbad, Ulises o Jasón y los argonautas, acaba convirtiéndose en una serie de secuencias inacabadas sin un hilo conductor consistente.
El metraje, ajustado a los estándares del cine convencional, lejos de dotarla de un mejor ritmo, lo único que consigue es que cada episodio sea visitado con superficialidad y se obvien las motivaciones para que un rey emprenda un viaje de tales características, se deje de indagar en los paralelismos históricos con las provincias lejanas a la capital de Narnia o que se omita cualquier explicación profunda sobre la expulsión de los 7 lores (a fin de cuentas, el macguffin de la película).
Los gráficos generados por ordenador también se ven afectados por el presupuesto, aunque le dan cierto aire añejo a película de serie B. Pero, claro, esa no era la intención.
Lo único que queda bien patente es el persistente mensaje cristiano de los libros. Algo que puede sesgar a un público infantil cuyos padres deseen educarlos lejos de cualquier fundamentalismo religioso.
Lluís Alba
1 comentari:
Estoy de acuerdo contigo, mucho ruido y pocas nueces, además que no veas el trasfondo reliogioso de la ostia, no me ha gutado mucho la verdad
Saludos
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