dimarts, 19 de juliol del 2011

Harry Potter y las reliquias de la muerte -Parte 2-

Para muchos (y cuando digo muchos, son millones) supone el fin de una era. Imagino, por encima de todo, a aquellos adolescentes que han vivido los libros y películas en una edad parecida a la de los protagonistas. Para estos fans en concreto, el final de Harry Potter significa un evento tan importante en sus vidas semejante o superior a la de cualquier acontecimiento en su familia.

Tal nivel de simbiosis con su público, permite decir que J.K. Rowling ha conseguido pasar a la historia para ser un referente en la literatura juvenil. Un público ampliado (todavía más) gracias a las adaptaciones cinematográficas. Que, vistas con frialdad, no son más que un complemento de los libros y que, como productos independientes, no tienen la entidad necesaria para haber creado tal fenómeno. Para el aficionado inquieto siempre quedará una (re)lectura de los libros, información genealógica en diferentes "wiki" sitios, y la espera del Pottermore que, inteligentemente, J.K. Rowling ha montado ahora para seguir alimentando la llama.

Sobre la película en concreto, poco más que añadir a lo dicho de las recientes adaptaciones dirigidas por Peter Yates. Es una lástima que las últimas cuatro películas hayan dado un bajón con respecto a las predecesoras dirigidas por Chris Columbus (dentro de lo que cabe, tenía el bagaje de los guiones de Los Goonies y de Gremlins), Alfonso Cuarón y Mike Newell.

Peter Yates ha sido el director títere para que la franquicia se terminara a tiempo sin causar mayores problemas. La separación en dos películas de la adaptación del último libro a supuesto un alivio al desaguisado vivido por sus anteriores películas, que deberían haberse presentado de la misma forma. Personajes que aparecen y desaparecen sin mayor explicación, ausencia de pasajes determinantes. Han dejado sin sentido gran parte de las películas.

El doble metraje que ha supuesto la adaptación del libro, ha permitido que se vislumbre parcialmente la doble lectura que enriquece la obra original de J.K. Rowling. Mientras que en la primera parte de Harry Potter y las reliquias de la muerte, el argumento era más pausado y melancólico, la segunda mitad se convierte en la película más dinámica y con más acción de toda la saga. Pero, negativamente, vuelve a carecer de la emoción suficiente que necesitarían escenas clave. Ejemplos claros son la omisión de la muerte de algunos personajes importantes o el frío final previo al epílogo.

Como he dicho antes, sólo queda la esperanza de gozar de una nueva lectura más intensa, con las ediciones domésticas de las películas a mano. Y, quién sabe si, cualquier día, J.K. Rowling se ve en la necesidad de escribir 7 novelas más como apunta su epílogo (cuya filmación debió hacerse el día que la maquilladora se fue de vacaciones) o 7 precuelas... o Warner decide emular a Sony con su Spiderman y rueda 7 reboots.

Lluís Alba