dijous, 26 de maig del 2011

Piratas del Caribe: En mareas misteriosas

Rob Marshall tuvo la fortuna de debutar en el cine (tras su paso por distintos telefilms) con Chicago (ídem, 2002). Un musical, cuyo éxito sobrepasó al director. Incluso llegando a ganar el Oscar a la mejor película, en una de esas incomprensibles decisiones de la Academia que, tras darle la estatuilla al guión y director de El pianista (The pianist, 2002), no hicieron lo mismo con la película de Polanski.

El prestigio de Marshall creció desmesuradamente, hasta demostrar con Nine (ídem, 2009), que todavía está lejos de ser algo más que un director de estudio competente. Así, parece coherente que su camino se haya cruzado con el relanzamiento de una saga mainstream que parecía finalizada con una trilogía que cerraba el relato.

Tras las acusaciones de un guión poco elaborado en las secuelas de Piratas del Caribe, la maldición de la perla negra (Pirates of the Caribbean: The curse of the Black Pearl, 2003) se decidió tomar como fuente una novela de piratas: En costas extrañas (On stranger tides) de Tim Powers, publicada en 1987. Desconozco la novela, pero la fama que le precede, me hace pensar que poco más allá de la inspiración del argumento es lo que ha acabado traspasando a la gran pantalla.

La cuarta entrega de Piratas del Caribe, no se entretiene en escenas aleatorias excesivamente alargadas como ocurría en su predecesora, pero eso no significa que el guión esté mejor elaborado. La crisis hace mella y, apenas contamos con los asombrosos efectos digitales de la trilogía original, dotándola de un aspecto pobre más propio de un telefilm. El personaje de Penélope Cruz, metido con calzador, no acaba de tener química alguna con Johnny Depp. Quién nos iba a decir que tan importante era Jack Sparrow como Will Turner y Elizabeth Swann. Un triángulo amoroso al que acabamos echando de menos en esta película.

Lluís Alba