dimecres, 22 de juny del 2011

Micmacs

El binomio formado por Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro destacó en su primera (prácticamente) oportunidad con Delicatessen (ídem, 1991). Su estilo visual barroco dotado de ritmo sorprendió a crítica, público y cosechó diferentes premios europeos. Entre los cinéfilos corrió como la espuma que estábamos ante una obra nunca vista en la anterioridad, convirtiéndose rápidamente en obra de culto. En mis tiempos de adolescencia en que estos títulos corrían de copia en copia de VHS, con una calidad más lejana de las actuales descargas de internet (por si alguien piensa que la "piratería" comenzó con el ADSL).

Ambos directores repitieron, con similar estilo en La ciudad de los niños perdidos (Le cité des enfants perdus, 1995). Hasta que, Jeunet decidió dar el salto en solitario. Tentado por los dólares de Hollywood se marchó a hacer las Américas para dirigir Alien resurrección (Alien: Resurrection, 1997) que no tuvo el éxito deseado, incluso llegando a acabar momentáneamente con una franquicia lucrativa. De regreso a su Francia natal, tuvo un éxito inesperadamente desmesurado. Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, 2001) se convirtió en una de las películas más taquilleras de Francia y en fenómeno global. Catapultando a la, hasta entonces, desconocida actriz Audrey Tautou en estrella mundial. Poco después volvió a unirse con Tautou en una fábula similar, ambientada en la I guerra mundial: Largo domingo de noviazgo (Un long dimanche de fiançailles, 2004).

Pero la fórmula del éxito no es matemática pura. Jeunet se la jugó a lo grande con Micmacs. Al enorme presupuesto se le unió la participación protagonista de la estrella gala Dany Boon, en pleno éxito tras el estreno de Bienvenidos al norte (Bienvenue chez les Ch'tis, 2008). Pero de los 27 millones de euros gastados solo consiguió recaudar unos 10 millones en la taquilla global. Este último dato es la razón fundamental para que una película del director de Amelie llegue con dos años de retraso a España.

Probablemente, de no contar con este lastre económico, nadie hubiese tildado de fracaso la última película de Jeunet. Micmacs tiene preferencia por lo absurdo, algo que jamás ha sido del agrado de la taquilla. El argumento parece más próximo a comedias minoritarias como Louise-Michel (ídem, 2008) de Gustave de Kervern y Benoît Delépine. Incluso, formalmente, parece más cercano al cine de Javier Fesser, dando así un giro donde el maestro es quien copia al alumno.

La comedia absurda de Micmacs intenta generar cierta crítica social. Pero cualquier genialidad que se le pueda otorgar a la película no está presente en la crítica superficial e ingenua sobre los traficantes de armas. Aunque el estilo de la película, más cercano al slapstick y a los cartoons, no da pie a pensar que Jeunet buscaba algo más profundo en sus argumentaciones.

Micmacs es una obra tan hipnótica visualmente como vacía en su interior. Puro disfrute para los ojos amantes de la estética de Jeunet.

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Lluís Alba