Kathryn Bigelow es una de las directoras más solventes de los EEUU. Nunca ha conseguido una fama que traspase fronteras a pesar de que sus pelis de acción suelen ser más que decentes (Point break o K-19: The widowmaker) y de contar con una peli de culto como Strange days.
La ausencia de alguien famoso tras el nombre de la directora, provoca que la enésima película crítica sobre la guerra de Irak no se haya estrenado en España ni en cine ni en DVD. Y las breves apariciones de Guy Pearce, Ralph Fiennes, David Morse o Evangeline Lilly, tampoco tienen la suficiente fuerza como para que algún distribuidor español se atreva con ello.
Festivales como Sitges o el e-mule son las únicas posibilidades que tiene el espectador español para ver esta película que sigue los pasos de un artificiero desactivando bombas en Bagdad. En una atmósfera hostil, angustiante, en la que el enemigo podría ser cualquiera. Una situación en la que no desean estar ni los soldados estadounidenses ni los ciudadanos iraquís.
Bigelow describe una vez más el horror de una guerra que afecta sicológicamente a los soldados. Perfectamente descrito en el Sargento William James, que una vez adaptado a una vida en el que cada día puede ser el último, no es capaz de vivir en paz fuera de la guerra.
Es un tema que ya ha sido tratado anteriormente en el cine, sea en las películas sobre el Vietnam o en las recientes de Irak. Un tema poco agradable que hace que el espectador mire para otro lado (como demuestran las audiencias en las noticias sobre guerra) y las distribuidoras también.
Lluís Alba
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