Tras probar suerte con un guión ajeno en Passengers, Rodrigo García vuelve a tomar las riendas de su proyecto para demostrar que sigue siendo capaz de ofrecernos una gran película.
Como mucho se le podría criticar un exceso de dramatismo en algunas fases de Madres e hijas o, formalmente, el abuso de planos fundidos desenfocando la imagen. Pero, todo lo demás, es excelente. Consigue sacar el máximo partido de unas actrices en estado de gracia, de las que destacan por méritos propios Annete Bening y Naomi Watts. Con dos difíciles interpretaciones que requieren más matices de lo habitual para ajustar perfectamente a los cambios y evolución de sus personajes.
Rodrigo García muestra como las acciones ajenas determinan el destino de cada personaje, para demostrar que (casi) siempre hay tiempo para tomar las riendas y dirigir la vida sin determinismo. El debate entre el libre albedrío y el destino, entre la razón y la religión queda perfectamente plasmado en esta película.
El guión hilvanado perfectamente, en el que encajan todas las piezas de las diferentes historias que nos cuentan. De una forma sencilla pero eficaz, sin el enriquecimiento de piruetas temporales que tanto gustan a Alejandro González Iñárritu (uno de los productores del film).
Los amantes de historias cruzadas están ante una de esas películas que no deben perderse. Ni tampoco cualquier amante del cine. Pues la combinación de excelente guión, dirección e interpretación no suele verse a menudo.
Y si eso no fuera una razón suficiente, siempre quedará el sensual polvo interracial entre Naomi Watts y Samuel L. Jackson.
Lluís Alba
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