Star trek V, no tuvo una buena acogida de público, con lo que se planteó hacer un reinicio de la saga, contando la juventud de los tripulantes del Enterprise, sin embargo se acercaba el 25 aniversario y se creyó más oportuno darle una buena despedida a la tripulación original.
La última película protagonizada por el elenco original, volvió a estar a estar a la altura de lo mejor que se ha visto de Star trek. Seguramente haya dudas entre cual es mejor si Star trek II o VI, pero lo que sí queda claro es que las dos mejores tienen algo en común: fueron dirigidas por Nicholas Meyer.
Aunque Meyer no había estado del todo ausente en las anteriores películas, aquí volvió a retomar el mando con más fuerza y más poder de decisión que cuando dirigió Star trek II. Para empezar pudo imponer el título (Aquel país desconocido, frase de Hamlet) que ya deseó introducir en la segunda parte.
La influencia de la serie de La nueva generación también fue determinante para la génesis de esta película, pues sirvió de puente para explicar cómo los klingon pasaron de enemigos acérrimos de la Federación a ser aliados. Para la creación de este argumento, Nicholas Meyer y Leonard Nimoy tomaron como referencia la situación política del momento: la caída de la URSS. Entre los paralelismos podemos encontrar cómo los klingon pretenden esconder la explosión de la luna Praxis, tal y como los soviéticos intentaron hacer con Chernóbil.
El interés de Meyer por Shakespeare también tuvo su importancia en la película, además del mencionado título, la traición es uno de los puntos fuertes de la historia. Tenemos a un traidor en el Enterprise y, a varios en la Federación por primera vez en una película (en La nueva generación ya se había visto algo parecido en el episodio Conspiración de la primera temporada). El traidor en el Enterprise resulta ser Valeris, una joven vulcana a la que Spock aprecia. En un principio se quiso que fuera Saavik la traidora, incluso Meyer deseaba volver a contar con Kristie Alley, pero como renunció se descartó rápidamente la idea.
Una de las escenas más valoradas es la cena en el Enterprise con los klingon, dónde se masca la tensión a cada frase. Con un Kirk que tiene que reprimirse a pesar de saber que su hijo fue asesinado por un klingon y con estos comportándose como soberbios nazis. Aquí Meyer introdujo en la boca de un klingon la frase: “No se puede apreciar a Shakespeare hasta haberlo leído en klingon” en referencia a lo que decían los nazis de Shakespeare por su origen alemán.
El retorno de Meyer también provocó que volvieran los detalles mundanos que tanto le gustaron añadir en Star trek II. Aquí vemos como el Enterprise tiene una cocina, aunque realmente no debería ser así, pues existen los replicadores de comida. Sin embargo Meyer lo justifica diciendo que alguien los tiene que cocinar primero para que el ordenador lo replique. También vemos libros, cojines, mantas, taquillas etc…
Hay un pequeño cameo de Christian Slater, fan declarado de la serie, que aprovechó que su madre, Mary Jo Slater, era la directora de reparto para salir en la película.
Para que la última secuencia fuera más emotiva, se rodó también en último lugar, para que así los actores notaran que esta era la última vez que iban a estar juntos y le dieran una mayor carga de emoción. Para finalizar la película se volvió a narrar la frase de Dónde ningún hombre había llegado antes, cambiada por la menos sexista: Dónde nadie había llegado antes. Para acabar con unos títulos de crédito en los que se ve la firma de cada uno de los actores principales.
Gene Roddenberry murió en 24 de octubre de 1991, 6 semanas antes del estreno de la película.
Lluís Alba
http://www.zumbarte.com/cine/criticas/s/startrek/startrek.html#startrekVI
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