dissabte, 13 d’octubre del 2007

Glory to the filmmaker

Este film de Takeshi Kitano sigue, en la línea de su predecesora Takeshis’, reflexionando sobre su cine.

En esta ocasión nos topamos con la parte más humorística (y probablemente televisiva) de Kitano. Empieza con un chequeo médico de Kitano, o mejor dicho de su alter ego, una especie de muñeco hinchable que le acompañará durante todo el film, sustituyéndole en los momentos más embarazosos. Al salir de la consulta reflexionará junto con una voz en off sobre su cine y nos mostrará parodias de los géneros más populares en Japón.
Yasujiro Ozu, yakuzas, robots gigantes, románticas, de espadas, ciencia ficción, terror. Hasta llegar a un segmento en el que el propio Kitano es el protagonista y forma parte de una empresa que se dedica a repartir dinero para hacer el bien, mientras que un par de chicas insolventes (en apariencia madre e hija) intentarán casarse con él para poder vivir en un palacio que no existe.

Se ríe de sí mismo, diciendo que es tonto porque prometió no hacer más películas de yakuzas que eran un éxito y ahora no sabe que tipo de película hacer. Y, cuando hace una obra de encargo, cómo Zatoichi, se convierte en su mayor éxito. Algo que le dejó muy descolocado

La mayor parte del film es una serie de gags de humor absurdo (siguiendo más o menos un hilo argumental), en ocasiones parecido a Monty Phyton. Imágenes propias del manga, en el que las personas se caen al suelo cuando alguien suelta una parida u ocurre un hecho similar. Incluso parodia elementos fuera del cine, cómo el cabezazo de Zidane a Materazzi. Y lleva a la exageración chistes malos (al más puro estilo Mortadelo y Filemón) cómo en el que queda con unas chicas en el bar Arco del triunfo de Tokio y él se va al auténtico Arco del triunfo en París.

Entre las imágenes absurdas vemos efectos especiales hechos por ordenador, pero todo lo contrario a lo que vemos en el cine americano. Con efectos poco realistas, que se parecen más a la animación tradicional (otro punto en común con Monty Python). Algo parecido a lo que vemos en las propuestas más surrealistas de Takashi Miike.

Finalmente, Kitano aparece de nuevo en el médico tras su chequeo, y le pregunta al doctor que cómo se encuentra. Y este le responde mostrándole una radiografía de su cerebro en el que se aprecia una cámara partida por la mitad: -Está roto.

Así cómo Fellini y Woody Allen hicieron este tipo de ejercicio en un solo film, Kitano ya lleva dos explorándose a sí mismo. Esperemos que pronto se encuentre. Y si no seguiremos disfrutando de propuestas originales y divertidas como esta.

Lluís Alba

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