Ponyo on the cliff by the sea vuelve a ser una demostración del maestro Miyazaki de cómo hacer una buena película de animación.
Esta vez el argumento es algo más sencillo que su anterior largo, El castillo ambulante, o eso me pareció a mí como espectador occidental. Quizás porque el argumento sea una versión libre (muy libre) de La Sirenita. No por ello la película esté exenta del torbellino de imaginación visual que nos demuestra siempre Miyazaki en sus películas.
El guión, aparentemente sencillo, está lleno de detalles. Todos los personajes están muy bien trabajados, cada uno tiene su personalidad. La madre de Sosuke debe ser el arquetipo que tienen los japoneses de las madres de hoy en día, pues es calcada a la madre de Shin Chan (y eso sin tener a un hijo tan travieso).
Es envidiable el sentido del ritmo, tanto de la película como de sus secuencias, que tiene este señor. Una historia tan sencilla podría llegar a ser aburrida a manos de cualquier otro. Pero las imágenes que nos presenta Miyazaki suelen tener algo casi hipnótico que te hace disfrutar a cada momento. A cada momento encontramos nuevos elementos que nos hace estar atentos, personajes variados (tanto fantásticos como no), situaciones nuevas etc… Que hacen estar pendiente de la película a todo momento pero mostrados de tal forma que no sientas el estrés de estar recibiendo mucha información de golpe.
En estos tiempos dónde se valora más la animación 3D, es un soplo de aire fresco ver una maravilla como esta en 2D, dónde cada elemento ha sido dibujado a mano. Incluso diría que no se ha usado el ordenador ni para animar (o al menos no se nota). Además, los fondos pintados a mano dan un toque especial que enriquece, aún más, a la película.
Sí, estamos ante una nueva obra maestra del autor. Una demostración de cómo hacer una película que sirva tanto para niños como para adultos, cosa que otras películas del festival no han logrado.
Lluís Alba
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