dimarts, 28 d’octubre del 2008

Transsiberian

La segunda peli de Brad Anderson producida por Filmax sigue evolucionando en la temática del autor. Pasando del terror de Session 9, el thriller fantástico de El maquinista a el thriller con tintes de terror que es Transsiberian.

Es una peli que puede verse a varios niveles. Por un lado, la trama más evidente. Un thriller con drogas, corrupción, crímenes etc… Si escavamos un poco vemos que la película habla sobre una persona que vuelve a enfrentarse a un pasado que parecía tener superado. Pero como ocurre con cualquier exdrogadicto, por mucho que haya dejado las drogas, siempre será un adicto que puede recaer si la tentación está al alcance.

La película gira totalmente entorno al personaje de Emily Mortimer. Un personaje con un pasado conflictivo que parecía haber superado, pero vuelve a ella en este viaje en el Transiberiano. Mientras que, por un lado, está su marido Roy (Woody Harrelson) que representa la bondad, por otro está Carlos (Eduardo Noriega) que representa todo aquello que dejó atrás. Lo que provocará una lucha interna entre sus deseos más primarios en contra de la estabilidad que ha alcanzado con su marido Roy.

Todo esto viene a ser lo que vemos en la primera parte del film, hasta que ocurre algo que no desvelaré aquí. Y entra en escena Grinko (Ben Kingsley), policía ruso que investiga el tráfico de drogas en el Transiberiano. Convirtiéndose más en una peli de suspense de terror como se viene anunciando, incluso llegándonos a mostrar alguna secuencia algo sangrienta (pero sin llegar al gore) más propia del cine de terror.

Lo único que no me gustó de la peli fue el abuso de flashbacks para explicar cosas que ya habían quedado evidentes. Incluso me dio la sensación que este recurso fue obligado por la productora por miedo a que la gente se perdiera algo de la película. Tanto es así, que llega un momento en que hay una sucesión de flashbacks innecesarios que parecen una burla del director contra el que le haya obligado a usar el recurso.

También me pareció un poco artificioso que Eduardo Noriega suelte una palabra en castellano en cada frase que dice. Con decir que se llamaba Carlos y que era español ya quedaba claro.

Lluís Alba

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